Presentamos algunos aprendizajes que nos han señalado entidades participantes con experiencia en el desarrollo de programas intergeneracionales.

Necesidad de incluir en el diseño de la experiencia a las personas que van a participar en ella. Así, las necesidades reales de estas personas se identifican mucho mejor, consiguiendo una mayor adhesión al proyecto y que lo hagan suyo. Además, también sirve para ir trabajando la confianza necesaria para el desarrollo de las sesiones

En la fase de diseño es necesario prestar especial atención a los plazos de ejecución establecidos, sobre todo si nos encontramos en situaciones concretas:

  • Si el proyecto está financiado mediante una ayuda pública, deberemos controlar que los plazos establecidos en nuestra planificación y los establecidos por la ayuda o subvención son coherentes y no entran en conflicto.
  • Si en el proyecto intervienen centros educativos, el plazo es vital ya que el calendario lectivo tiene sus limitaciones y, además, la planificación de las actividades extraordinarias (en las que suelen enmarcarse las experiencias intergeneracionales) suele producirse a principios de curso.

Es importante comunicar el cronograma de la experiencia a las personas participantes, de manera que todas sepan cuándo adquieren el compromiso de participar y cuánto tiempo de dedicación se les va a exigir.

Resulta más sencillo acceder a las y los partícipes en la experiencia a través de entidades o personas colaboradoras, ya que normalmente están más cercanas a estas personas, las conocen mejor, pueden ayudarnos a seleccionar a las más proactivas y que tengan más contenidos que aportar a la experiencia. Además de la seguridad que proporciona a las personas participantes el saber que la entidad en la que confían está involucrada en el proceso.

Cuando se trabaja con determinados colectivos (personas muy mayores o menores de edad, por ejemplo), en ocasiones pueden generarse situaciones de desconfianza hacia el proyecto. Para desactivar posibles reticencias es interesante contar con la confianza del entorno de proximidad y relaciones primarias de la persona participante (y, en el caso específico de las y los menores, es necesario contar además con permisos explícitos de sus progenitores/tutores que autoricen su participación). Incorporar a las familias en alguna sesión previa para explicarles detalladamente el proyecto y cómo va a ser el proceso participativo en el que va a intervenir su familiar constituye un activo para el proyecto.

Es habitual que cueste más conseguir la participación de hombres en este tipo de experiencias, salvo en los casos en los que el marco de actuación se sitúa en el ámbito de la empresa o el emprendimiento. No obstante, una vez han aceptado participar, suelen ser muy prolíficos a la hora de contar sus experiencias. En el caso de las mujeres, la sociedad en general no está acostumbrada a valorar el tipo de conocimiento que ofrecen; la tecnología blanda no es tangible y por ello cuesta reconocer ese conocimiento. Por ello, debemos esforzarnos en aprender a valorar conocimientos diferentes, porque todos son necesarios para su transferencia. Por otra parte, es importante aplicar la perspectiva de género y feminista de una manera transversal a lo largo de toda la experiencia y sus fases, y no circunscribirla solamente a la selección de participantes.

Algunas entidades han señalado la dificultad de incorporar a personas de edades comprendidas entre los 65 y 70 años, dado que éstas no se visualizan a sí mismas como mayores. Las nuevas generaciones de personas mayores no desean ser encasilladas en “cosas para mayores”, sino que quieren estar con personas de todas las edades. Por ello, es conveniente no caer en una visión estereotipada de la edad y poner el foco en los contenidos, porque personas de la misma edad pueden ser muy diferentes por las vivencias que han experimentado y sus intereses pueden no coincidir. Se recomienda aplicar una mirada amplia a las generaciones adultas e ir más allá de la tendencia a reunir solamente a generaciones de los extremos (muy mayores e infancia).

Es importante seleccionar procedimientos y herramientas adaptadas a la diversidad, los perfiles, habilidades y competencias de todas las personas que participen en la experiencia, además de explicar de un modo cercano y sencillo las dinámicas a desarrollar.

Además de cuidar el espacio físico para que éste sea un lugar agradable, acogedor, y adaptado a la diversidad de las personas participantes, es importante generar un ambiente de confianza pero que al mismo tiempo resulte estimulante. Algunas entidades han señalado la conveniencia de realizar alguna sesión previa para trabajar esa confianza.

Aunque las sesiones previas también pueden servir como plataforma para la información y comunicación del proyecto, algunas entidades han corroborado la eficacia de elaborar y distribuir un pequeño folleto con la información básica de la experiencia y la invitación a participar.

Algunas de las entidades que han desarrollado experiencias intergeneracionales aconsejan prestar atención a la conciliación de tiempos y agendas de las personas y entidades participantes, así como a sus ritmos vitales.

Es preciso seguir trabajando y proponiendo mecanismos o herramientas para acortar las distancias entre las generaciones, tema de difícil resolución. Cómo acercarse a las diferentes generaciones, la aplicación de las herramientas más pertinentes y los lugares para trabajar estas dinámicas, conforman uno de los retos de los programas intergeneracionales. Y, por supuesto, compartir estas experiencias. Por ejemplo, uno de los participantes apunta la idea de impulsar el trabajo de voluntariado entre personas jóvenes en el ámbito universitario y que ello les reporte créditos. Pero, sin duda, es preciso seguir trabajando este aspecto.

Algunas de las experiencias analizadas señalan que ha sido muy útil la elaboración y distribución de un breve folleto explicativo que han puesto a disposición de las personas en sus entornos más próximos (colegios, centros de salud, casa de cultura, biblioteca, residencia/centro de día, asociaciones, etc.).

Se apunta asimismo la necesidad de que los contenidos que hacemos llegar a las y los potenciales participantes deben ser sencillos, claros, didácticos y motivantes para animar la participación.

Se deben combinar diferentes vías para comunicar nuestra experiencia: mails de contacto, cartelería y folletos en soporte papel, webs, contactos telefónicos, redes sociales, etc. de forma que se extienda la conexión entre las y los participantes y nuestra experiencia.

Algunas experiencias señalan la pertinencia de elaborar documentos o boletines breves con los resultados de las dinámicas puestas en práctica, donde los y las participantes vean reflejadas su participación y aportaciones. Pueden utilizarse imágenes, vídeos, etc. que animen esta comunicación.

A algunas entidades les ha resultado útil ampliar los cuestionarios/acciones de evaluación a las familias, el profesorado, las personas cuidadoras‚ etc. para evaluar los impactos que perciben en las personas que han participado directamente en la experiencia (ha mejorado su interacción social, se han fortalecido determinados valores, etc.).

Es interesante fortalecer las relaciones con los cómplices/ colaboradores con los que hayamos trabajado para establecer futuras sinergias. Las personas participantes y sus entornos pueden ser futuros colaboradores en otras experiencias, o pueden actuar como prescriptores para la captación de otras personas; por ello, es interesante tejer una red o comunidad de participantes a quienes poder acudir para otros proyectos.

El enfoque “en red” puede generar nuevos proyectos colaborativos intergeneracionales.

Algunas de las experiencias analizadas señalan que ha sido muy útil la elaboración y distribución de un breve folleto explicativo que han puesto a disposición de las personas en sus entornos más próximos (colegios, centros de salud, casa de cultura, biblioteca, residencia/centro de día, asociaciones, etc.).

Se apunta asimismo la necesidad de que los contenidos que hacemos llegar a las y los potenciales participantes deben ser sencillos, claros, didácticos y motivantes para animar la participación.

Se deben combinar diferentes vías para comunicar nuestra experiencia: mails de contacto, cartelería y folletos en soporte papel, webs, contactos telefónicos, redes sociales, etc. de forma que se extienda la conexión entre las y los participantes y nuestra experiencia.

Algunas experiencias señalan la pertinencia de elaborar documentos o boletines breves con los resultados de las dinámicas puestas en práctica, donde los y las participantes vean reflejadas su participación y aportaciones. Pueden utilizarse imágenes, vídeos, etc. que animen esta comunicación.